Hoy hace una semana que nos dejó una de las grandes estrellas del Hollywood dorado: Elizabeth Taylor. Interpretó en el cine a algunos de los personajes femeninos más redondos del teatro norteamericano de posguerra: en 1958, fue Maggie, en La gata sobre el tejado de zinc, y, un año después, Catherine, en De repente, el último verano, películas, las dos, basadas en dramas de Tennessee Williams; y en 1966, fue Martha, la protagonista del melodrama ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Edward Albee. Estos papeles cimentaron su prestigio como actriz: los tres le valieron sendas candidaturas al Óscar, que obtendría con el último. También ella dio mucho a estos personajes: hoy, al releer las obras de Williams y Albee no podemos imaginarnos a sus criaturas femeninas sin el temperamento, la belleza y la mirada violeta de Elizabeth Taylor.